jueves, 24 de abril de 2025

Más allá del Vaticano: El legado inclusivo del Papa Francisco hacia las personas con discapacidad

 

Imagen 1. El papa Francisco abraza con calidez a una joven con síndrome de Down, rodeado de una multitud que observa con atención. La escena transmite cercanía, inclusión y ternura.

La reciente muerte del Papa Francisco ha conmovido a millones de personas en todo el mundo. No sólo se despide al líder espiritual de más de mil millones de católicos, sino también a una figura moral que, con su pontificado, contribuyó a transformar el modo en que las instituciones —incluida la Iglesia— abordan la discapacidad.


Un Papa que miró a las periferias humanas

Desde su elección en 2013, Francisco hizo de la inclusión uno de los ejes centrales de su “programa pontificio”. Su liderazgo no se limitó a los gestos simbólicos. Incorporó la discapacidad a su agenda con acciones, declaraciones y una visión que rompió con miradas paternalistas o meramente caritativas.

Luis Cayo Pérez Bueno, presidente del Comité Español de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI), lo expresó con claridad: “Frente a otras miradas paternalistas o meramente caritativas, [el Papa Francisco] llevó a cabo una compasión más activa y aplicó una perspectiva más inclusiva hacia la discapacidad dentro de la Iglesia católica” (Servimedia, 2025).

Su legado: "No existe un nosotros y un ellos"

Francisco no sólo visibilizó a las personas con discapacidad. También insistió en su plena participación eclesial. En su mensaje por el Día Internacional de las Personas con Discapacidad en 2022, expresó:

“Espero que cada comunidad cristiana se abra a la presencia de hermanas y hermanos con discapacidad, asegurándoles siempre la acogida y la plena inclusión. En la Iglesia no existe un nosotros y un ellos, sino un único nosotros”.

Estas palabras, más que un acto de fe, se convirtieron en una guía para transformar espacios eclesiales, parroquias, programas pastorales y encuentros. Francisco pidió que las parroquias fueran “plenamente accesibles”, no sólo eliminando barreras físicas, sino también las mentales y estructurales.

No es una carga: su encuentro en Port Moresby

En septiembre de 2024, durante un encuentro con niños discapacitados y en situación de calle en Papúa Nueva Guinea, el Papa volvió a demostrar que su compromiso no era abstracto. Les dijo:

“Nadie es una carga. Todos somos diferentes y cada uno es único ante Dios”.
(Vatican News, 2024)

Sus palabras, pronunciadas en un contexto de marginación y pobreza, reflejan la profundidad de su mensaje: ver la dignidad antes que la deficiencia, el talento antes que el diagnóstico.

La inclusión en la estructura misma de la Iglesia

Durante el 'Sínodo de la Sinodalidad', en 2023, Francisco incluyó por primera vez a personas con discapacidad con voz y voto. Enrique Alarcón, activista español, formó parte del proceso sinodal junto con representantes de otros países:

“Somos mil millones de personas, el 15% de la población mundial. No se puede ignorar a una población tan inmensa sin que se escuchen sus derechos y se trabaje por ellos” (Servimedia, 2025).

Fue un hito. Por primera vez, personas con discapacidad no sólo eran escuchadas, sino también corresponsables del rumbo de la Iglesia.

Imagen 2. El papa Francisco acaricia con ternura la cabeza de un niño en silla de ruedas, quien sonríe con entusiasmo. La escena refleja empatía, alegría e inclusión.

Más allá del símbolo católico

Francisco fue mucho más que una figura religiosa. Su voz trascendió el catolicismo. La La Vanguardia lo describió como alguien que “hizo del respeto a la dignidad humana un eje rector, incluso cuando se trató de hablar de los más olvidados” (La Vanguardia, 21/04/2025).

Desde el reconocimiento de que la discapacidad no define el valor de una persona, hasta su respaldo a documentos como Dignitas infinita, el Papa insistió en que:

“Todo ser humano, sea cual sea su condición de vulnerabilidad, recibe su dignidad por el hecho mismo de ser querido y amado por Dios”.

Un llamado a seguir su ejemplo

Francisco no fue perfecto. Como apuntó el CERMI, muchas de sus intenciones se quedaron en gestos. Pero su legado no puede medirse sólo por resultados, sino también por haber sembrado una semilla distinta en la forma de ver la discapacidad.

Hoy, ante su partida, su ejemplo queda como una brújula moral: una invitación a construir una sociedad —y una Iglesia— donde no se hable de “ellos”, sino de “nosotros”.

Referencias:

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