martes, 22 de abril de 2025

La soledad no deseada: una realidad urgente para las personas con discapacidad

 

Imagen 1. Persona en silla de ruedas al aire libre; se enfoca en sus pies con zapatillas blancas, sobre un camino empedrado.

En pleno siglo XXI, la inclusión sigue siendo una promesa pendiente para millones de personas con discapacidad. Más allá de los derechos reconocidos en papel, muchas de ellas enfrentan una realidad marcada por el aislamiento, el estigma y la soledad no deseada. Esta no es una experiencia puntual: es una vivencia crónica que afecta profundamente su bienestar emocional, su salud y su participación en la vida comunitaria.


Una soledad más profunda, más prolongada

Según el estudio más reciente de Fundación ONCE sobre soledad y discapacidad, cinco de cada diez personas con discapacidad (50,6%) sufren soledad no deseada en España, frente a solo un 15,8% de la población sin discapacidad. Además, el 73% de quienes la padecen llevan más de tres años en esta situación (Europa Press, 2025).

Esta soledad es también más severa en mujeres con discapacidad (54,3%) y en jóvenes (18 a 29 años) y mayores de 65, con prevalencias del 65,7% y 64,1% respectivamente. Y lo más alarmante: muchas personas no se sienten cómodas pidiendo ayuda, confirmando que la soledad sigue siendo un tabú social.

Causas estructurales: no es un problema individual

Contrario a lo que se piensa, la mayoría de las personas con discapacidad atribuyen su soledad a factores externos, como la falta de accesibilidad, la exclusión social, la precariedad laboral, la brecha digital y la ausencia de redes de apoyo (Observatorio de la Discapacidad, 2024).

Por ejemplo:

  • Más del 60% de las personas con discapacidad mayores de 65 años viven solas.

  • El 86% de quienes viven en zonas rurales enfrenta barreras para salir de casa.

  • El 58,9% de quienes sufren soledad también han padecido acoso laboral, escolar o de pareja.

La situación se agrava entre quienes viven solos, están desempleados, tienen mala salud o utilizan medios digitales como única vía de relación. Así, la discapacidad se convierte en un factor de vulnerabilidad múltiple cuando se intersecta con el género, el entorno, la edad y la situación económica.

El aislamiento también se construye

Los entornos inaccesibles y la falta de políticas públicas adaptadas son responsables directos de este aislamiento. Como señala el Observatorio de la Discapacidad (2024), 607.300 personas con discapacidad viven en hogares unipersonales, y muchas de ellas —especialmente mujeres— no han elegido esa soledad: ha sido impuesta por un sistema que no garantiza autonomía ni participación real.

En palabras del VIII Informe FOESSA, las redes de apoyo de las personas con discapacidad son más frágiles, y el porcentaje de hogares con falta de relaciones o apoyos es del 8,6%, frente al 5,2% en el resto de hogares.

¿Qué podemos hacer como sociedad?

La respuesta no está solo en el acompañamiento emocional, sino en políticas públicas eficaces y enfoques comunitarios. Desde el grupo SoledadES se propone:

  • Incorporar la perspectiva de discapacidad en todos los servicios sociales y estrategias contra la soledad.

  • Garantizar la accesibilidad universal y fomentar la vida independiente.

  • Crear oportunidades de empleo, formación, participación y ocio para evitar el aislamiento.

  • Incluir a las personas con discapacidad en el diseño y evaluación de las políticas que les afectan.

  • Promover programas comunitarios como VinclesBCN, que fortalecen el tejido social desde lo local.

La perspectiva de género importa

Imagen 2. Mujer en silla de ruedas frente a una laptop, con taza en mano, mirando pensativa hacia la ventana.

Las mujeres y niñas con discapacidad, que representan el 60% del colectivo, viven una doble exclusión: por su género y por su condición. Esta intersección profundiza la soledad no deseada, sobre todo en el caso de las cuidadoras, que muchas veces también experimentan aislamiento derivado de sus responsabilidades. Como destacan los estudios, el tiempo, el contacto social y la situación económica son factores clave en la soledad de quienes cuidan.

Un compromiso comunitario

La soledad de las personas con discapacidad no es un problema individual. Es un reflejo de cómo están diseñados nuestros barrios, nuestras políticas y nuestras relaciones. Apostar por su inclusión no es solo una cuestión de justicia social: es también un compromiso ético con la humanidad compartida.

Referencias:

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