Hablar de la doble discriminación que viven las mujeres con discapacidad es hablar también de interseccionalidad. No todas viven la misma realidad: no es lo mismo ser una mujer con discapacidad en un contexto urbano que en una comunidad rural; no es igual vivir con recursos económicos que en la pobreza. El enfoque interseccional nos invita a mirar esas diferencias para construir una inclusión más justa y completa.
Imagen 1: se muestran dos mujeres en silla de ruedas con hijos cada una
Ser mujer, en muchas partes del mundo, todavía significa enfrentar desigualdades. Ser mujer y vivir con una discapacidad, sin embargo, multiplica los retos. La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD), en su artículo 6, reconoce esta realidad: las mujeres y niñas con discapacidad sufren una doble discriminación que limita su acceso a la educación, al empleo, a la salud y a la participación plena en la sociedad. En este espacio quiero reflexionar sobre cómo estas barreras afectan la vida diaria, pero también sobre las formas en que la inclusión, la visibilidad y el empoderamiento pueden abrir camino hacia una verdadera igualdad.
La doble discriminación se refiere a que las mujeres con discapacidad enfrentan dos grandes ejes de desigualdad al mismo tiempo:
por ser mujeres, en una sociedad y en una cultura que aún arrastra desigualdades de género (menor acceso a la educación, salarios más bajos, violencia, estereotipos).
por vivir con discapacidad, lo que muchas veces suma barreras físicas, sociales, culturales y de accesibilidad.
LA INTERSECCIONALIDAD
La interseccionalidad es clave para entender el Artículo 6 de la Convención y la situación de las mujeres con discapacidad.
Es un enfoque que analiza cómo diferentes factores de identidad (género, discapacidad, edad, etnia, clase social, orientación sexual, etc.) se entrelazan y se potencian entre sí, generando formas únicas y más complejas de discriminación.
Fue desarrollado por la jurista Kimberlé Crenshaw en los años 80 para explicar cómo las mujeres afroamericanas vivían discriminaciones distintas a las que sufrían los hombres afroamericanos o las mujeres blancas.
imagen 2: se muestran dos personas ayudando a una persona en silla de ruedas subir la banqueta debido a la falta de rampas.
Una mujer con discapacidad no solo enfrenta discriminación por su género y por su condición de discapacidad, sino que esa discriminación se cruza con otros factores.
Por ejemplo, una mujer indígena con discapacidad puede estar marginada por el género, la discapacidad y la etnia, o una mujer con discapacidad en situación de pobreza vive una exclusión distinta a la de una mujer con discapacidad de clase alta.
Esto muestra que no todas las mujeres con discapacidad viven la misma realidad; la interseccionalidad ayuda a ver esas diferencias.
La inclusión va más allá de la presencia: significa participación plena y activa. Para las mujeres con discapacidad, esto implica contar con espacios accesibles, ajustes razonables y un entorno que valore sus aportaciones. No es “adaptarse a un sistema” que ya existe, sino transformar el sistema para que todas puedan formar parte en igualdad de condiciones.
Por ejemplo, una mujer con discapacidad visual en la universidad no solo necesita materiales accesibles en braille o en audio, sino también una comunidad que reconozca y respete su derecho a aprender, sin prejuicios.
VISIBILIDAD Y EMPODERAMIENTO
Muchas veces la discriminación se refuerza porque las mujeres con discapacidad son invisibilizadas en las estadísticas, en los medios y en la vida pública. Nombrarlas, contar sus historias y darles un lugar en la conversación social es un acto político.
La visibilidad permite romper estereotipos, mostrar que la discapacidad no define la totalidad de la persona, y reconocer la diversidad de experiencias dentro de este grupo.
imagen 3: se muestra una mujer en silla de ruedas con acceso al trabajo, en un espacio adecuado para ella.
Por otro lado, el empoderamiento consiste en que las mujeres con discapacidad puedan tomar decisiones sobre su vida, su cuerpo y su futuro. Esto implica acceso a educación, empleo digno, salud integral, participación política y el derecho a ser escuchadas.
No se trata de que alguien les “dé poder”, sino de crear las condiciones para que ellas ejerzan el suyo.
CONCLUSIÓN
Romper la doble barrera de la discriminación no es tarea sencilla, pero sí es posible cuando se reconoce la interseccionalidad y se actúa desde la inclusión, la visibilidad y el empoderamiento. Las mujeres con discapacidad no son un grupo homogéneo ni una minoría pasiva: son sujetas de derechos, con historias, talentos y sueños que merecen espacio y respeto.
La Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad nos recuerda que los Estados tienen la obligación de garantizar estos derechos, pero también la sociedad en su conjunto tiene el deber de cuestionar prejuicios, abrir puertas y transformar las estructuras que perpetúan la exclusión.
La verdadera igualdad no se logra con discursos vacíos ni con gestos de compasión, sino con cambios reales en las políticas, en las instituciones y, sobre todo, en nuestra manera de mirar a las demás personas.
¿qué puedes hacer desde tu entorno para que una mujer con discapacidad no enfrente el peso de la doble discriminación, sino las oportunidades de una vida plena?
Referencias.
Ríos Bellagamba, L. (2022, 1 de julio). Qué es la interseccionalidad y por qué te importa saberlo. ¡Y si hablamos de igualdad! Banco Interamericano de Desarrollo. https://blogs.iadb.org/igualdad/es/que-es-interseccionalidad/
Naciones Unidas. (s. f.). Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad [Formulario PDF]. https://www.un.org/esa/socdev/enable/documents/tccconvs.pdf
UN Women. (s. f.). Women and girls with disabilities. Recuperado de https://www.unwomen.org/es/what-we-do/women-and-girls-with-disabilities
No hay comentarios:
Publicar un comentario