Mirada histórica al Autismo: Sus orígenes y evoluciones
Antes de abordar el presente artículo, muchos de los lectores aquí presentes podrían estar preguntándose: ¿Qué es el autismo? Sin embargo, existe una gran desinformación al respecto, a pesar de que, de acuerdo con información del Gobierno del Estado de México, “casi 1% de los niños en México, alrededor de 400 mil, tienen autismo” (2022).
A pesar de no ser un fenómeno moderno, el desconocimiento que existe sobre el tema es suficiente para crear una preocupación social, ya que, como se observó, no es un problema aislado, sino que representa una población importante de la sociedad.
Resulta fundamental dar una definición al respecto, de acuerdo con Francesc Cuxart i Fina y Ma. Claustre Jané i Ballabriga en su artículo “Evolución conceptual del término 'autismo' una perspectiva histórica” señalan lo siguiente:
“El autismo es un trastorno que se manifiesta en la infancia, aunque no afecta solamente a los años de niñez. Es un trastorno del desarrollo y como tal abarca todas las edades de manera global. Se caracteriza por alteraciones cualitativas de la interacción social, de las formas de comunicación y por un repertorio restringido y repetitivo de actividades e intereses.” (pp. 1 -2)
Una vez, enunciado lo anterior, daremos paso a estudiar los momentos históricos más importantes en el desarrollo del concepto 'autismo', dado las dificultades, retos y confusiones que, en un principio, presentaba el concepto, mismas que, gracias a la ciencia y el avance tecnológico, se han ido disipando.
Así, el primer acercamiento que se tiene registrado sobre el término autismo fue a cargo de Leo Kanner y Hans Asperger, mismo que definieron el concepto como:
“Síndrome del comportamiento cuyos rasgos distintivos eran alteraciones del lenguaje (o comunicación) de las relaciones sociales y de los procesos cognitivos, dentro de los cuales algunos han resaltado los trastornos de la flexibilidad, cuya gravedad dependerá del nivel cognitivo, esto es, del nivel de profundidad del espectro autista” (Cuxart I Fina & Jané I Ballabriga, s,f.)
Más tarde, el siguiente personaje relevante en la definición del concepto fue Bruno Bettelheim, quien era profesor de psicología y director de la Escuela Ortogénica para Niños Trastornados de la Universidad de Chicago. Siendo así que, en 1967, en su libro “The Empty Fortress: Infantile Autism and the Birth of the Self” hizo un paralelismo entre la vivencia de los judíos en los campos de concentración y los síntomas del autismo, en dicho libro, Bettelheim afirmaba lo siguiente:
"La diferencia entre la difícil situación de los presos en un campo de concentración y las condiciones que conducen al autismo y la esquizofrenia en los niños es, por supuesto, que el niño nunca ha tenido una oportunidad previa de desarrollar gran parte de su personalidad."
De esa forma atribuyó que los orígenes del autismo se deben a la relación madre/hijo, es decir, que el autismo era producto del ambiente familiar, en especial de las 'madre nevera' que hace referencia al trato frío que los menores reciben de su madre”. Siendo una de las etapas más oscuras en el avance del concepto autismo.
Sin embargo, lo anterior es solo una muy pequeña parte de la historia del concepto, pues, durante dicho período, existieron diversos autores que contribuyeron a la construcción del concepto, pero dichas aportaciones enfrentaban un grave problema que era la falta de homogeneización del concepto.
A causa de lo anterior, fue en 1952 cuando la APA (Asociación Americana de Psiquiatría) publicó la primera versión del DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), mismo en donde se abordaba como:
“Una confusión entre psicosis y autismo, diagnosticando erróneamente a muchos niños con el diagnóstico de 'esquizofrenia' o 'reacción esquizofrénica, tipo infantil'.”
Sin ser abordado aún y reconocido como tal, lo anterior se extendió hasta la segunda versión del DSM-II, mismo que fue publicado en 1969 por la misma institución, sin embargo, se seguía abordando como 'esquizofrenia infantil', no obstante, se añadieron nuevos conceptos a dicho término: “La condición puede manifestarse por conducta autista, atípica y aislamiento”.
No fue hasta 11 años después, con la llegada de la nueva versión del DSM (conocida como DSM-III) cuando, por primera vez, se incorpora al autismo con la expresión 'trastorno generalizado del desarrollo', pero dicha versión solo se completaba como una entidad única, además para su diagnóstico se debería cumplir con una serie de requisitos (todos) para ser considerado como una persona con 'autismo infantil'.
De acuerdo con Artigas-Pallarès & Paula (2011), todas las características que un niño debía de cumplir para ser diagnosticado con autismo infantil eran las siguientes:
Recuperado de Artigas-Pallarès & Paula (2011) en El autismo 70 años después de Leo Kanner y Hans Asperger
Entonces, la determinación del DSM III no fue suficiente para dar un claro acercamiento al término, por esa razón es que ante la insuficiencia del término se sustituyó en el nuevo DSM III-R publicado en 1987, mismo que constituyó un parte aguas en la cosmovisión del autismo, pues es el primer documento en donde se reconoce por 'trastorno autista'. Lo anterior, significó que los 6 criterios que antes se tenían que cumplir se vieran ampliados, y cada uno fue descrito minuciosamente y a gran detalle.
De acuerdo con Artigas-Pallarès & Paula (2011), las nuevas características que una persona con autismo debía de tener consistían en lo siguiente:
Recuperado de Artigas-Pallarès & Paula (2011) en El autismo 70 años después de Leo Kanner y Hans Asperger
A pesar del gran avance logrado en este nuevo DMS III-R, los siguientes no lograron aportar modificaciones importantes a lo ya dicho, por una parte, el DMS IV (1994) y el DMS IV-TR (2000) no fueron convincentes en los aportes proporcionado. En estos se incluyeron las diferentes categorías del autismo y se incorporó el concepto de trastornos generalizados del desarrollo.
Fue así, entonces, cuando a principios del siglo XXI, el DSM 5 (2013) consolidó el término conceptualmente, pasando a denominarlo como hoy se conoce: Trastorno del Espectro Autista (TEA) que, de acuerdo con Artigas-Pallarès & Paula, “este cambio de apelativo tiene un alcance que va más allá de una simple adecuación semántica.
Sin embargo, de acuerdo con Palomo (2014), el fundamental cambio se encuentra en:
(…)
En el DSM5 desaparecen los diferentes subtipos de TGD. El trastorno autista, el síndrome de Asperger y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado se fusionan en un único trastorno que pasa a llamarse Trastorno del Espectro del Autismo (en singular). El cambio de nombre trata de enfatizar la dimensionalidad del trastorno en las diferentes áreas que se ven afectadas y la dificultad para establecer límites precisos entre los subgrupos.
Los criterios diagnósticos del Trastorno del Espectro de Autismo (TEA) también se modifican. Las dimensiones referidas a las alteraciones en la interacción social recíproca y la comunicación y el lenguaje se fusionan en una única categoría y se reorganizan las áreas de alteración que recogen los síntomas concretos. En el repertorio restringido de conductas intereses destaca la incorporación de las alteraciones sensoriales como área de alteración.
(…)
Finalmente, es importante que usted, lector, reconozca y haga un análisis interno respecto del término autismo, sin duda, a pesar de los grandes avances logrados, aún queda un largo camino por recorrer en la búsqueda de un mejor entendimiento acerca del autismo. Sin duda alguna, podemos vivir con la esperanza de que, cada vez, más gente investigue al respecto, además el avance científico y tecnológico permite lograr más y mejores investigaciones.
Espero pronto volvernos a encontrar con más avances y noticias.
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