Parecía que el esfuerzo de Sofía iba a derrumbarse al escuchar a la profesora asignarle de pareja de proyecto final a Matías, el niño que nunca hablaba con nadie y prefería sentarse en la esquina del salón junto a la ventana, aislado de todos los demás.
—Pero maestra, creí que nosotros podríamos elegir a nuestras parejas— dice Sofía levantándose de golpe de su silla—. Ya tengo todo el tema del proyecto planeado junto con Cristina.
—Lo siento Sofía. —contesta la maestra, con voz suave—. Esta vez yo formaré las parejas, es importante saber trabajar y convivir con distintas personas. Así será en cualquier trabajo o proyecto que realicen en universidad o como profesionistas.— se acerca un par de pasos hacia donde se encuentra Sofía.— Además, creo que tú y Matías pueden complementarse mucho en este proyecto.—dice en tono dulce, observando a Sofía y después a Matías con una delicada sonrisa.
La angustia de Sofía se mostraba en su rostro. Se quedó sin argumentos y no quería decepcionar a la maestra. Desde noveno grado Sofía se había empeñado en sacar las mejores calificaciones de toda su clase, tenía muy claro en dónde quería estudiar y ella sabía que una mala nota en un proyecto tan importante a estás alturas de graduarse podría perjudicar todo en lo que ha trabajado los últimos meses.
—Lo entiendo maestra.— contesta Sofía en tono triste mientras vuelve a sentarse en su silla.
Mira de reojo sobre su hombro izquierdo y se encuentra con los ojos de Matías. Al percatarse, él voltea rápidamente hacia la ventana, sin entender muy bien la preocupación de Sofía.
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